Después de la tormenta sale el sol
Llegar a realizar que la gran mayoría de las cosas que he hecho con “buena” intención era en definitiva una intención de agrandar mi ego a costa de los caballos que en teoría quería tanto, ha sido un duro golpe, y he pasado por todo tipo de sentimientos desde rabia, frustración, desesperación, y al principio una sensación de mucha fragilidad. Mi vida se había construido sobre cimientos que igual no eran tan fuertes como parecían y que al ver la realidad empezaban a mostrar bastantes grietas.
La pregunta que pasaba por mi cabeza era si iba a ser capaz de seguir hacía delante.
Necesite mucho tiempo, mucha tranquilidad, mucho pasar tiempo con los caballos, mucho sincerarme y prometerlos que las cosas iban a ser diferentes a partir de ahora, mucho observar mis sentimientos en cada momento, horas y horas caminado a su lado y convertiendome en su fiel servidor y alumno.
Pero sobretodo mucho mirarlos a los ojos con sinceridad, sin intentar a justificar ni maquillar las cosas y los sentimientos de ambas partes.
Las horas se convirtieron en días, los días en semanas y las semanas en meses y poco a poco iba resucitando una Sofia más libre de los condicionamiento de años en el mundo de la hípica.
Cosas curiosas surgieron, de repente parecía ver los caballos con más claridad, parecía como si hubiese habido un filtro que antes les hacía estar en una nebulosa y de repente todo estaba tan enfocado.
Mis piernas empezaban a sacar un freno de mano, cuando quería empezar a tener prisa en ir a algún sitio se frenaban. Como me ha ayudado esto!! He llegado a realizar que si corro para llegar, llego cansada y estresada y con mucho menos capacidad de solucionar cualquier situación.
La noción del tiempo también va desapareciendo, y por mi sorpresa soy mucho más eficaz en todo lo hago.
No tengáis miedo, al principio puede parecer difícil, pero os prometo que al otro lado del bosque oscuro hay algo que no tiene precio.
¡Es curioso como cambia la perspectiva!
-Creía que pensaba en el caballo,
-Creía que era suave,
-Creía que disfrutaba montando a caballo,
-Creía que me hacía feliz que mis caballos hacían ejercicios de doma a la perfección,
-Creía la mejor técnica cambiaría todo,
-Creía que optimizar los movimientos mejoraría la motivación,
-Creía que un campo grande, buena comida y una vida en grupo les haría felices,
-Creía que leer libros e investigación y saber de todo me haría mejor entrenadora,
-Creía que con la mejor silla el caballo cambiaría
-Creía que con tener los caballos descalzos y montar sin filete me haría mejor persona
-Creía que la “Doma Natural” ó el refuerzo positivo me haría amiga de mis caballos
etc….!!!
¡Como me equivocaba!
-Nada de esto tiene ningún sentido si solo lo haces por conseguir algo a cambio,-
-Nada de esto tiene ningún sentido si no viene de un amor incondicional,
Porque entonces solo es una forma de cubrir, maquillar y justificar tus reales intenciones
Nada de esto tiene sentido si no eres capaz de ver, aceptar, respetar y escuchar al caballo que tienes delante, sin ningún afán de cambiarlo. Quererlo tal y como es, aquí y ahora.
Cuando eres capaz de soltar todos tus ideas preconcebidas, capaz de ser sincero con lo que sentís los dos, capaz de aceptar que le has hecho daño y le has faltado el respeto en repetidas ocasiones incluso años, capaz de aceptarlo y después soltarlo
Capaz de prometer que a partir de ahora todo será diferente.
Hasta entonces todo lo que creía que era importante, será solo una tapadera de nuestros reales intenciones, una justificación retorcida de nuestro ego.
Más de 30 años creyendo que quería a los caballos y que hacía las cosas de buena fe.
Doy gracias a los caballos que están conmigo por abrirme los ojos y nunca tirar la toalla. Siempre confiando, jajjaja “Que remedio!” que algún día abriría los ojos y despertaría.
Refuerzo positivo una odisea
Mi caballo me dice que ¡Si! o mi caballo me obedece,
Voy al campo y de seguida cuando me ve relincha y viene trotando contento para salir a pasear conmigo.
Cuando me oyen, relinchan para pasar al campo de la tarde.
Cuando salimos a caminar vuelve corriendo hacía mi si se asusta de algo, ó me pide que vaya primero para investigar algo que le interesa pero le da un poco de miedo.
Se acerca a mí para pedirme que le rasgue en algún sitio donde le pica.
Aún me acuerdo lo estupefacta que me quedé cuando empecé a utilizar refuerzo positivo. De repente los caballos paraban de seguida cuando les decías whoa!
Aprendían a hacer laterales, paso atrás, salidas a galope desde paso como si no hubiera un mañana. Me maravilló que lo que antes nos había costado tanto de repente salía con tanta facilidad.
Era totalmente nuevo para mí ver como ofrecían hacer cosas y ejercicios sin tener que convencerles ni prácticamente hacer nada.
Después de más de 20 años montando y entrenando caballos sentí algo muy liberador. De repente había espacio y tiempo, una comunicación, aunque era más bien unidireccional, sin ruidos ni interferencias. Un lugar donde las cosas fluían, donde me podía dejar llevar, donde podía estarme quieta y solo sentir. Sentirles a ellos.
Era una explosión de profundidades y matices que solo había experimentado antes en momentos fugaces. Los ejercicios eran los mismos que había hecho durante años, pero parecía tan diferente.
No es de extrañar que me dejé llevar, era como si siempre hubiese caminado en la penumbra y de repente veía la luz.
Enseñe a unos 20 caballos todos los laterales, paso atrás, piruetas, moverse en equilibrio sin tener que pedirlo, salidas a galope, cambios de equilibrio etc.
Publicaba fotos y videos en las redes sociales de cómo se movían y trabajaban mis caballos y la gente alucinaba igual que yo. Y encima bitless.
Un día una mujer de Canadá en un grupo de Hempfling me preguntó por la expresión facial de uno de mis caballos. En la foto estaba en perfecto equilibrio y se movía bio mecánicamente óptimo, pero la expresión no acompañaba.
Intentaba justificarlo, porque claro, algo tan maravilloso y perfecto, como iba a estar mal.
Pero SI estaba mal, a él no le gustaba hacer aquello en aquel momento, por la razón que sea, aburrimiento, falta de motivación, cansancio, desconexión, dolor, incomodidad física y/o mental. Ponía una cara de estar aguantando el tipo y ya está.
Fue muy duro comprender que algo que había parecido tan fantástico en realidad no lo era.
Que lo que había parecido un ¡Si!, en realidad era un simple ¡Vale¡
Vale lo haré porque me compensas con un premio
Vale lo haré porque te hace mantenerte más positivo y así me agobias menos
Vale lo haré aunque en realidad no me apetece ni estar contigo
Vale lo haré para hacerte feliz
Vale lo haré para acabar antes
Yo he aprendido que no quiero un vale, quiero un sí. Sonrío por dentro cuanto mi caballo elige estar conmigo, sonrío dentro de mi cuando apoya su cabeza contra mi hombro para estar cerca de mí, sonrío por dentro cuando lo veo disfrutar y ser feliz.
No hay ejercicio de doma que valga, ni nada que lo justifique si las dos partes del binomio no disfrute de ello.
Tocar o no tocar
Buscando un camino junto a ellos,
Llevo reflexionando sobre que he estado haciendo con los caballos los últimos 30 años de mi vida. Reflexionando sobre cómo me sentía cuando estaba con ellos y que sensaciones tenía cuando montaba.
Lo curioso es que pie a tierra cepillando, cuidando, yendo les a buscar al campo o a la cuadra, solo parecían ser momentos pasajeros, solo parecían existir porque era necesario para poder montar. Ni yo ni la gran mayoría de las personas a mi alrededor, parecían interesarles mucho si a ellos mismos o al caballo era algo que les gustara o si les hacía sentir bien.
Sacar el polvo de un mueble, hablabas con los demás, que silla, protectores, vendas, en la cuadra atados a la hora de limpiar.
Me acuerdo de la frase que me decían en la hípica cuando era pequeña “ Tienes que cepillar al caballo que vas a montar para conocerlo antes de subirte encima”. Pero si el caballo estaba atado y no decía ni fu ni fa sobre si les gustara que le tocase allí o allá, que nivel de conocerse era aquello.
Hace unos meses empecé a ir al campo donde mis caballos están sueltos, y quería acariciar, cepillar ó rasgarles, y para mi gran sorpresa la gran mayoría no tenían nada ó casi nada de interés en la cercanía y el contacto físico.
Me hizo plantearme hasta que punto hemos violado su intimidad. Si no quieren ni ser tocados, que hacemos poniéndoles cabezadas y monturas. Que hacemos acariciándoles y dándoles palmaditas, que hacemos subiéndonos encima de ellos durante horas.
Como no van a ir en la dirección contraria si nos ven venir, como no van a dejar de estar a tu lado si les sueltas en el campo o el bosque.
Mientras más lejos estén de nosotros más cómodos estarán.
¿Cuántos caballos se resignan y aceptan ser tocados? ¿Aceptar es querer, aceptar es gustarle, aceptar es crear un vinculo de confianza con él?
¿Qué pasa cuando suelto expectativas?
¡Adiós a la culpa!
Cuando empecé a darme cuenta de QUÉ!, realmente había estado haciendo con estos caballos, que en teoría eran mis amigos y compañeros, que en teoría había querido tanto, y de quienes había cuidado tanto. Quienes había utilizado para enseñar personas a montar y aparte toda esta técnica e investigación que había predicado.
¿Para quien o quienes había hecho todo aquello?
¿Para beneficio de quien?
Empezaba a venirme mucha sensación de culpabilidad, y una sensación de sentirme tonta de no haber sido capaz de ver la realidad antes. Tanto estudiar, tanto investigar, tanto experimentar y tanto trabajar ¿Para que?
Para al final darme cuenta de que la razón de cual había buscado de mejorar la calidad de vida de mis caballos, mejorar la psicología de entrenamiento, mejorar la biomecánica, entender como optimizar y como optimizaba el celebro los patrones de movimiento, como enseñar a los caballos ayudas y como mejorar el rendimiento para sacar mejores ejercicios de doma.
Era justo esto, para que funcionasen mejor. Que triste!
Los fundamentos de mi relación con los caballos empezó a tambalearse y me quitaba el aire y la fuerza. Me entró mucho miedo, y ahora que??
Me encontraba en una situación con un negocio funcionando, muchos caballos para mantener y alumnos que venían todas las semanas.
Fue muy duro y pasé muchos días juntos a mis caballos, pasando por todo tipo de emociones y sentimientos, desde frustración, tristeza, alegría, dolor, etc.
Necesité muchos días de solo pasar tiempo con ellos sin pedirles nada, para poder volver a ver la luz, para poder sentir como el amor hacía ellos crecía cada día y en cada momento que fuera capaz de abrirme y ser honesta con ellos. Cada vez que fuera capaz de verles por quienes eran, cada vez que sonreía al verles, cada vez que les podía prometer que a partir de ahora todo iba a ser diferente, cada vez que les escuchaba sin filtro, cada vez que era honesta con lo que cada situación me hacía sentir.
Cada día el miedo se ha ido cambiando por amor, y cada día me he acercado más a la realidad. Es como si nunca había visto las cosas tan enfocadas antes, como si siempre hubiese habido una nebulosa.
Hoy les quiero de toda corazón y con sinceridad, y me lo devuelven en porciones muy grandes.
Gracias!!
El bosque encantado.
Al otro lado del bosque encantado se encuentra el siguiente problema: ¿Y ahora qué? ¿Cómo se puede estar seguro de no caer en la misma trampa otra vez? Porque verás, cada dos por tres vuelves a caer en forzar las cosas, se te olvida escucharte, a ti y a tu caballo, incluso no se tiene en cuenta el hecho de buscar estar bien los dos.
Tengo que ser sincera, debo decir que es mucho más difícil de lo que me llegué a imaginar.
Lo más importante que he aprendido es, no sólo ir muy despacio y hacer las cosas extremadamente sencillas, sino también ser consciente de lo que dice tu caballo en todo momento y de cómo te sientes tú al mimo tiempo. Hay que ser tiquis miquis ¡¡no hay más!!
Tan pronto como bajas la guardia vas a volver a caer y, tu caballo dirá “ya lo sabía, no sabe hacerlo”.
Pero sí sabes, lo único es que tus padres, el colegio y la sociedad te han programado a no pensar en sentirte bien, a no escuchar lo que sientes realmente, sino que se te ha educado en ir a por los objetivos y ya está.
Lo más seguro es que si sigues leyendo, es porque te has dado cuenta de que aquello no te lleva a ningún sitio. Es un camino interminable, consigues algo, pero aún así no te llena, quizás pienses que si obtienes algo más igual estarás mejor o, quizás es que no te has esforzado lo suficiente.
Tu caballo por suerte sí sabe que aquel no es el camino y, si estás dispuesto a aprender te guiará.
Pregunté a un grupo de niños entre 9 y 14 años qué era el bienestar. Me respondieron “lo que sientes cuando estas estirado en un campo” u “oyes el canto de los pájaros y el sol te calienta”, etc.
Lo curioso es que estos niños, ante la pregunta acerca del bienestar en sus familias, respondían con una negativa. Pensaban que sus padres nunca o prácticamente nunca sentían bienestar e incluso dudaban si realmente sabían lo que era.
Me hace recordar un estudio entre adolescentes, donde se les preguntaba qué pedirían a sus padres si pudieran pedir cualquier cosa. ¿Sabéis lo que decían? Pues “que sus padres estuviesen menos estresados”.
Aquí está el quid de la cuestión.
Busca momentos de bienestar tuyos y de/con tu caballo, como si fueran unas piedras preciosas y verás que hay mucho más por descubrir.
¿Qué pasa cuando suelto mis expectativas?
Muchas veces los caballos, después de años intentando hacerse oír, años pretendiendo entendernos y años aguantando hacer lo que nosotros queríamos, están cansados, enfadados y dolidos.
Cuando abres la caja de Pandora muchas cosas saldrán a la luz.
Muchos caballos se sienten desubicados al principio, pueden demostrar euforia y/o cierto estrés. Después pasan un tiempo, donde parece como si pusieran en duda que tu cambio sea real, te empiezan a cuestionar y utilizan su nuevo derecho de decir que no en todo momento.
Mis caballos me ponían a raya: quieres demasiado que haga algo, me estás mirando, no te tenses, vas demasiado rápido… Su mensaje era claro: haz el favor de relajarte y presta atención, si no lo haces no puedo enseñarte cómo debería funcionar esto.
Es como si todas las conversaciones pendientes, acumuladas en tanto tiempo se comprimen y, todas, absolutamente todas, son muy importantes y, hay que tenerlas “ahora”.
Cuando empiezan a confiar en que tu nuevo yo ha venido para quedarse, hay muchos caballos que necesitan un periodo de descanso. Las tensiones físicas y mentales que han soportado durante mucho tiempo, incluso años, se van cayendo al suelo como trapos y, el cansancio que nunca se han permitido sentir les abraza con mucha fuerza. Es en este momento cuando nos toca a nosotros aceptar esto y acompañarles en este proceso.
Los cuidados, el amor, la atención plena y la compañía son como un bálsamo para su espíritu en este proceso.
Es un buen momento para acompañar a tu amigo y seguir con tu propia limpieza interna. Sacar a la luz tus asociaciones negativas sin juzgarlas, sólo observarlas. Estar junto a él, acariciándolo o simplemente estando, ir a caminar juntos o dejarle comer hierba, algo muy simple para los dos donde hay un espacio y tiempo para hacer como una especie de meditación despierta.
Poco a poco el espíritu crece y los dos notaréis como la energía vital empieza a salir por algún poro que otro. Pero no puedes forzar el cambio, tienes que cuidarlo, dedicarle tiempo y dejarlo crecer.